Hace algunos dias estaba de casualidad en un aula donde mis compañeros estaban haciendo un trabajo en grupo, y me preguntaron si les podía ayudar, y yo como buen compañero, les ayude, pero en lugar de darles respuestas sobre el trabajo, que yo tambien tenia que hacer les pregunte: ¿Qué es eso?, ¿Por que esta eso ahí?, ¿Que quieren decir con eso?
Y sin querer sembre la duda en lo que estaban realizando, empezando así a discutir sobre su trabajo, de donde surgieron nuevas dudas y preguntas sobre lo que hicieron, percatándose de aquello que esta bien y aquello que esta mal en el, sustentando y respaldando en su discusión lo primero y desechando lo segundo, y asi realizaron un trabajo medianamente bueno, pero que habia surgido de sus propias dudas y preguntas.
Creo que como educadores también debemos tener dudas en nuestra labor, y hacernos una serie de preguntas al momento de educar.
Más que todo debemos preguntarnos que preguntas se hacen nuestros educandos, si lo que estamos tratando en enseñarles responde a esas preguntas, a sus intereses, gustos o inclinaciones.
Por ejemplo:
Si tratamos de explicar a un niño de tres años como se concibe una criatura, es muy probable que el nos escuche por un momento, pero al cabo de unos minutos se ponga a jugar con otra cosa que le llame mas la atención. Pero si tratamos de explicar lo mismo a un niño de siete u ocho años, la atención que nos prestara será mucho mayor que la del primero.
¿Por qué? Es muy sencillo, por que le estamos ayudando a responder una pregunta que el ya se hizo.
Esto mismo ocurre muchas veces en varios niveles de la educación formal, donde los educadores tratan de dar respuesta a preguntas que obviamente los educandos aun no se han hecho, preguntas que no responden a sus intereses ni a sus gustos, y soportar eso para el alguien es molesto y hasta aburrido.
Ante este problema como educadores debemos hacernos estas preguntas:
¿Podemos explicar por qué enseñamos lo que enseñamos?
¿Podemos explicar para qué sirve lo que decimos?
¿Somos capaces de contar o expliar el origen del problema que llevó a la solución que queremos que aprendan nuestros educandos?
¿Quién dijo que nuestra tarea es sólo dar respuestas?
¿Nosotros nos sentaríamos a escuchar respuestas a preguntas que no nos hicimos?
¿Lo haríamos con ganas e interés?
¿Qué tiempo le dedicaríamos?
¿Por qué lo haríamos?
Quizás, para cumplir, por elegancia, por respeto, porque no le queda más remedio, porque está obligado por las circunstancias, pero trataríamos de escapar de la situación lo más rápido posible.
Pero nuestros educandos que en gran medida son jóvenes y niños no pueden.
Ante esto, debemos despertar la curiosidad de los educandos, para que estos salgan de las aulas en busca de respuestas, no solo por la nota, sino por que les interesa encontrarlas, seguramente la buscaran solo, o la buscaran con el compañero, con sus padres, con el maestro, etc. pero algo van a hacer para encontrarlas.
Para empezar propongo que como educadores, discutamos por que enseñamos lo que enseñamos, por que esto y no lo otro, para que sirve lo que estamos enseñando y fundamentalmente ¿quién hizo las preguntas: el educando o el educador?